3 de diciembre de 2024

Editorial 25/02/2013

PANORAMA | La muerte sigue rondando

Aguarda pacientemente el momento y llega. Ya lo hizo, por lo que nadie podrá sorprenderse. Es la muerte. Plena y cruel. Es la que arranca de la vida a tantos jóvenes y se lleva decenas de años, miles de años cada año.

Recorriendo el mundo y las noticias se pueden conocer detalles, algunos impiadosos y tan fríos como las estadísticas que marcan cuantos jóvenes murieron en fiestas de las denominadas electrónicas en los últimos tiempos.
Los saladillenses no somos ajenos a esta pesadilla y, sin embargo, lo ocurrido parece no haber sido suficiente.
El objetivo de estas fiestas, por los resultados conocidos, parece ser que la mayor cantidad de adolescentes y no tanto, ingresen de manera plena al consumo de estupefacientes, drogas pesadas, pastillas y lo que venga, en medio del ritmo desenfrenado. Se puede decir que tiempo atrás quienes asistían a este tipo de “fiestas” se justificaban alabando a algún DJ internacional o planteando que el objetivo era escuchar buena música.
Absolutamente desvirtuado por la realidad, lo cierto es muy otra cosa.
Ya no importa nada. Allí se mezclan los negociantes de la muerte con varios estratos sociales. Por 40 o 60 pesos todavía se consiguen pastillas como las Bart, que tienen la forma de la cabeza del personaje de Los Simpsons. Entre las pastillas, los precios varían según las sustancias predominantes, que generalmente son una mezcla de éxtasis, anfetaminas y ácido. “El éxtasis agudiza los sentidos, la anfetamina produce efectos para el movimiento continuo, una vasodilatación y el ácido lisérgico o LSD provoca alucinaciones o estados de alteración”, expresa algún entendido.
Durante la noche uno se puede topar con el “cristal” o las “cápsulas”. El primero es éxtasis puro en polvo y su precio es de 450 pesos el gramo, la cantidad justa para que cinco personas puedan consumir durante unas horas, vía nasal o digestiva, ya sea por cualquier bebida o utilizando un chupetín o dedo. Las “cápsulas” cuestan aproximadamente 100 pesos.
“Se ven chicos de 16 años para arriba o gente de 30 y pico hasta los 40 y pico, que sólo quieren ir a drogarse, comercializar estupefacientes o directamente para ir a robar. ¿Cuánta será la recaudación de quiénes manejan el negocio de la noche, las drogas y la música electrónica?”
Durante el último fin de semana fallecieron dos jóvenes de 28 y 30 años en una fiesta electrónica en la Costanera Sur en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Y como una cachetada a nuestra historia reciente, una absoluta falta de respeto y una imperdonable falta de “memoria”, había en ese lugar, en esa fiesta electrónica, muchos saladillenses. Muchos jóvenes saladillenses que, difícilmente “cuenten” dónde estuvieron. No interesa mucho haciendo qué.
Pero su conciencia parece obligarlos al ocultamiento.
Ojalá no haya más muertos, aunque parece difícil.
Nadie ha logrado explicar por qué este tipo de fiestas no se prohíben definitivamente como ha sucedido en muchas ciudades europeas, claro, después de decenas de muertes, como en Alemania.
Nadie explica por qué ese coqueteo con la muerte que sigue rondando. Esperando y acechando.
Algún saladillense puede morir en otra fiesta electrónica.
Y, por supuesto, después será, nuevamente, muy tarde.
Habrá lágrimas repetidas, al parecer, tan falsas, como las derramadas, por muchos, no hace mucho tiempo.
(Foto de archivo)

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