En la mesa de la vida, hay un lugar reservado para la dignidad. Pero para muchos jubilados, ese lugar está vacío. El hambre y la pobreza han usurpado el sitio donde debería haber un plato lleno de amor y cuidado.

La Argentina de hoy es un país de contrastes. Donde la abundancia y la riqueza conviven con la miseria y el olvido. Nuestros mayores, aquellos que construyeron este país con sudor y lágrimas, ahora enfrentan la indiferencia y el abandono.

Sus pensiones, una mísera suma que no alcanza para cubrir las necesidades básicas. La inflación, un ladrón silencioso que roba el poder adquisitivo de sus bolsillos. Y en medio de esta tormenta, el hambre y la desesperanza se apoderan de sus corazones.

La imagen del asado de Milei es un recordatorio cruel de la desconexión entre el gobierno y la realidad que viven muchos argentinos. Mientras el presidente disfruta de un lujo que muchos no pueden siquiera soñar, los jubilados deben enfrentar la dura realidad de una pensión que no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas.

Un insulto a la dignidad de los jubilados. Un recordatorio de que, para algunos, la crisis económica es solo un tema de conversación, mientras que para otros es una realidad que les quita el sueño.