Y pensar que un día fui un 0 kilómetro. Cómo olvidar aquella mañana de nervios cuando vi a mi primera dueña. Mis nylons en los asientos traseros duraron como dos años. Claro, ella era soltera y viajábamos casi siempre solos a la Facultad; ¿qué habrá sido de ella? Luego, con 30 mil kilómetros me vinieron a buscar aquellos abuelos. La cosa era sencilla, compras al supermercado en la semana y un paseo los domingos; confieso que a los nietos y sus dulces les tenía un poco de miedo. Con 55.000 kilómetros vino mi primera familia, sus cuatro ocupantes me trataron bien. Viajamos por todo el País, ¿qué más puedo pedir? En Córdoba era un pez en el agua. El tema fue complicado cuando Pablito sacó el registro. Trataba de imitar a un tal Jorge Recalde que nunca supe quien fue. Me hacía saltar, derrapar. Jamás fui tan atrevido, lo juro. Mi caja, embrague y suspensión lo odiaron. El fue el que me puso las llantas deportivas, creía que era mi primo picante, ese engreído del Alpine. Yo hacía lo que podía con mi 1400cc y más.

Con 150.000 vino otra familia, más rescatada y a los doscientos aquella pinchadura de manguera que fue un antes y un después, mi primer cambio de conjunto y tapa. Nunca más fui el mismo. El GNC empeoró todo, me agarró cansado y con el velocímetro roto nunca más pude medir mi recorrido. Un albañil me terminó de complicar, cargas tortuosas y aquel odiado carrito con el trompito cementero.

Ya no podía más, traté de dar señales, nada. Y para colmo de males este último que me usó de remise en los peores barrios llenos de pozos. Hice todo lo que pude, estaba al límite.

Y ahora acá estoy, dónde me ves, inmóvil. Parecía una noche tranquila de verano hasta que todo se precipitó.

Creo que es el fin, esto ya no tiene retorno. 

Lo que les puedo asegurar, es que a mis dueños yo les he entregado mi vida.

Usen mi mecánica para un arenero, si quieren; no me voy a ofender.

Humildemente.

El 12 cremita

Por Christian Henrik desde mi Instagram #Argentinaiconos para Fierros Oxidados