21 de noviembre de 2024

Editorial 06/08/2013

A propósito de una tragedia

Ocurrió a 100 kilómetros pero puede suceder a 5, 7 o 9 cuadras. La caída de un joven de 17 años desde el techo del patio interno de un establecimiento educativo de la ciudad de Bolívar provocó honda consternación y dolor.

Un estudiante que no se sabe en qué situación o por qué, saltó desde una ventana hacia la cobertura de un patio interior pisando un sector de fibra de vidrio para caer 8 metros y encontrar la muerte.
El dolor que se vive aún en la localidad de Bolívar difícilmente repercuta en nuestra ciudad. Claro, es una desgracia ajena a nuestros afectos, al menos, a los de la gran mayoría de los saladillenses.
Lo que se puede preguntar a propósito de esta tragedia “ajena” es cuál va a ser la reacción de la comunidad saladillense cuando un hecho de similares características suceda en el seno de nuestra sociedad o, por ejemplo, en un establecimiento educativo, de los que todos conocemos.
Y más aún, pudo haber sucedido el pasado lunes 29 aquí cerca, en alguna de las escuelas que conocemos.
De ello podrán dar fe directivos, docentes o personal de maestranza.
En la mañana del reinicio de clases se vivieron momentos de tensión en varios sectores de la ciudad y en el interior de establecimientos educativos. En algunos hubo roturas de vidrios de las que no se puede culpar a ningún estudiante porque aún no se conoce la autoría de los hechos.

Tanto comentarista anónimo y agresivo percibe una especie de persecución a alumnos de algún establecimiento educativo de manera específica. No existen fundamentos para ello.
Hay muchos estudiantes en la ciudad y algunos egresarán este año. Hay varios establecimientos secundarios. Pero se hace referencia a tres de ellos, porque han sobresalido notoriamente en sus movilizaciones mañaneras o nocturnas.
Quede claro, desde comienzos de este año (lectivo), a alumnos de los tres establecimientos céntricos les cabe exactamente la misma responsabilidad. Más claro, del Instituto Niño Jesús; de la Escuela Media 2, ex Colegio Nacional y de la Escuela Técnica 1. Y a sus padres, también. Se podrán enojar, patear, insultar y agraviar pero ello no les quita el compromiso de resguardar vidas propias o ajenas y bienes propios o ajenos.
Casi falleció una joven semanas atrás, tras una “previa” en la que se mezclaron pastillas y alcohol.
No es difícil predecir que antes de que termine este año, un joven saladillense morirá por un coma alcohólico o quedará cuadripléjico por algún golpe. Es de la mayor simpleza porque a la vista está. Meses más, meses menos, ocurrirá como ya ha ocurrido por otras circunstancias, siempre de manera previsible, en forma anunciada. ¿Se podrá evitar otra muerte joven?
Simplemente, para contar con datos más precisos, hay que preguntar, hay que consultar si personal de maestranza se negó a limpiar vómitos en las aulas o en los baños. Si hay jóvenes que suben o bajan escaleras totalmente alcoholizadas tras ingresar fuera de horario y permanecen casi sin habla o con su lengua endurecida. Si las ventanas del primer piso del establecimiento se pueden abrir con facilidad. Si hay alumnos que se sienten absolutamente “estúpidos” al ingresar a horario y en perfecto estado de lucidez, preparados para estudiar un lunes por la mañana y observan cómo sus compañeros ingresan, igualmente y mucho tiempo después, en un estado lamentable.
Se puede consultar por variados vómitos, descomposturas diversas y cercanía del coma etílico dentro de los establecimientos educativos. ¿Amerita un pequeño debate el tema?
Sería interesante alguna intervención colectiva antes de que un nuevo cortejo fúnebre enfile hacia la calle Lope Serrano con cordones y veredas llenas de alumnos y alumnas, doloridos e impresionados, ante gritos desgarradores de padres, familiares y amigos que llegaron tarde.
Y se podrá saber, al fin, por qué se permite el ingreso de alumnos alcoholizados a las escuelas. Para entender, nada más que para eso.
Este medio ha publicado infinidad de notas de opinión al respecto. Y jamás “demonizó” a los jóvenes, estudiantes o no estudiantes. Pero ello no implica que no se tengan que hacer cargo de sus acciones.
No se pueden seguir buscando excusas o culpando a diestra y siniestra. El tema ha creado debates y discusiones entre inspectores, docentes, preceptores y otros agentes de la educación. Hay preocupación y, también, temor.
Hay que evitar otra muerte joven, porque lo que ocurrió en Bolívar también nos atañe y porque la vida debe ser defendida.
De nada sirve jugar a las “escondidas”.
Hay quienes patrocinan y envasan cócteles mortales. Y hay quienes se sirven de ellos.
Hay que derrotarlos.
Pero, entre todos.
(AVG)

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