Opinión 01/12/2022
Por Lic. Gerardo Codina. Psicoanalista*
Manuel está cursando su primer grado en una escuela del conurbano. Es el primogénito de una pareja de treintañeros fanáticos del rock y la tecnologÃa. Desde que nació está rodeado de pantallas. Celulares, video juegos, televisor, computadora.
Todos esos aparatos forman parte de su realidad cotidiana. Además, es un chico sano. Curioso, seguro de sà mismo, inquieto y de respuesta rápida.
Mientras escucha que se habla de él, Manuel procura demostrar sus habilidades. Trepa un cerco y exclama: "¡Mirá lo que puedo hacer!". El padre comenta que en la escuela no tiene problemas de aprendizaje, pero sà de conducta, según su maestra. "Es que se aburre", ensaya una explicación.
Cuenta que la docente trata de pescarlo distraÃdo, para reprocharle su poca atención, pero no lo logra. Cuando parece que no está atento a la clase porque está haciendo otra cosa, sin embargo puede repetir todo lo dicho por un compañero ante una pregunta de la docente y seguir exponiendo sobre el tema propuesto.
Para la maestra esto resulta frustrante, dice el padre. ¿Qué sucede? Es llamativo que un docente se frustre porque un alumno muestre que aprendió lo que le enseñó. Ocurre que Manuel no lo muestra como ella cree que deberÃa hacerlo.
En realidad, no se comporta en el aula como ella espera. Manuel no está todo el tiempo enfocado en la dinámica que ella promueve. Presta atención a otras cosas al mismo tiempo y genera su propia actividad. Ese fue un aprendizaje que no hizo en la escuela.
Llegó a la escuela sabiendo prestar atención a varias estÃmulos al mismo tiempo. A su edad es habitual interactuar al mismo tiempo con más de una pantalla. Y como es un pibe despierto, no se pierde detalle de lo que sucede y lo entiende. Sin embargo, no es un chico extraordinario.
Es una persona adaptada al tiempo y el entorno en el que le tocó crecer. Muestra la nueva subjetividad promovida por los cambios tecnológicos que empezaron antes de que él naciera.La que todavÃa no se adaptó a esos cambios, que vienen sucediendo con mayor velocidad y profundidad en las últimas décadas, es la escuela y con ella, sus docentes.
Aún piensan en dictar clase como se hacÃa en el siglo pasado, con alumnos quietos en sus bancos, mirando al pizarrón y tratando de no perder ninguna palabra de su docente. Como no encajan estos chicos con aquella escuela, los docentes se quejan por la hÃper actividad de los pibes, en vez de aprovecharla para aprender juntos.
*licgerardocodina@gmail.com
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