Desde hoy, el escenario social y político cambia de manera profunda. Ya no hay margen para culpas heredadas ni relatos de transición: todo lo que pase de acá en adelante es responsabilidad directa de la alianza Macri-Milei, esa sociedad entre el poder económico de siempre y el delirio libertario de ocasión.

No es un nuevo 2001. Compararlo sería quedarse corto. Aquello fue un colapso; esto es un experimento a cielo abierto, sin red y con un alto grado de cinismo. Lo más inquietante no es la crisis en sí, sino que parece diseñada a propósito, como si el caos fuera parte del plan.

Lo que se viene es incierto y, por eso mismo, más peligroso. No hay rumbo claro, ni pactos básicos de convivencia, ni instituciones fuertes. Solo una idea de país que se construye a fuerza de ajuste, provocación y desprecio por lo común. Y en ese marco, lo peor no es que sea distinto: es que es impredecible. Y mucho más difícil de desarmar después.

Luis Curotti